destierro
no quiero volver a llorar por ti.
nuestros ojos nunca se miraron porque los tuyos reflejaban colores que llovían de otros cielos, dando así rotura a la creación del que era y nunca fue uno entre mis manos.
que algo esté prohibido te concede el poder de hacerlo a escondidas y así fue como con los ojos vendados procuré no perderme a la vuelta de la esquina de tu mesita de noche cuando me apagaste la luz.
duele que el peso de tus palabras quede en aire al haberse deleitado con sus propias mentiras y me las hayas vendido dulces por un mordisco a la manzana letal.
el veneno de haberte entregado mis miedos y tú haber sido el mayor de ellos a mi espalda, burlándote de unas manos desnudas sobre mis rodillas postradas en las vías de acero de un tren
que de manera intencionada cambiaba la dirección del rail sin llegar a su destino.
la toxina que inyectas bajo la piel se escurre entre mis debilidades y vacía por dentro todo lo escrito entre los versos que unían nuestras almas y cuerpos
mostrándote sin piedad ante tal atentar contra mi corazón abierto.
jugando con una moneda de azar estéril.
hiciste arquear mi espalda por la pérdida en bano de las alas que te di para volarte por encima de todo
y que dictaron tu deseo de cumplirte
y yo el cumplir de tu condena:
el frío de una piel que antes ardía y ahora se consume en la última vela encendida del incendio.
una vida
en el destierro de lo que fui.
nuestros ojos nunca se miraron porque los tuyos reflejaban colores que llovían de otros cielos, dando así rotura a la creación del que era y nunca fue uno entre mis manos.
que algo esté prohibido te concede el poder de hacerlo a escondidas y así fue como con los ojos vendados procuré no perderme a la vuelta de la esquina de tu mesita de noche cuando me apagaste la luz.
duele que el peso de tus palabras quede en aire al haberse deleitado con sus propias mentiras y me las hayas vendido dulces por un mordisco a la manzana letal.
el veneno de haberte entregado mis miedos y tú haber sido el mayor de ellos a mi espalda, burlándote de unas manos desnudas sobre mis rodillas postradas en las vías de acero de un tren
que de manera intencionada cambiaba la dirección del rail sin llegar a su destino.
la toxina que inyectas bajo la piel se escurre entre mis debilidades y vacía por dentro todo lo escrito entre los versos que unían nuestras almas y cuerpos
mostrándote sin piedad ante tal atentar contra mi corazón abierto.
jugando con una moneda de azar estéril.
hiciste arquear mi espalda por la pérdida en bano de las alas que te di para volarte por encima de todo
y que dictaron tu deseo de cumplirte
y yo el cumplir de tu condena:
el frío de una piel que antes ardía y ahora se consume en la última vela encendida del incendio.
una vida
en el destierro de lo que fui.
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