el ciego

me pregunté cuántos años de vida

guardan el tacto de alguien que no ha visto la maldad del mundo

y que imagina y siente la belleza

sólo cuando la toca con las manos


un hombre con espacios delicados de certeza

y que no ha visto en sesenta años

a la mujer de la esquina del callejón vestirse de negro, pero sí la ha oído llorar


el que ama escuchar la vibración de las campanas

porque cada domingo sube al campanario

desde el banco de la plaza

y baja los bordillos de la acera sin saber dónde está el suelo


un hombre que confía que su Rosa mañana

habrá despertado a su lado y olerá al mismo perfume de flores

porque cuando escucha su voz recuerda 

que sigue siendo igual de bella que la primera primavera


me pregunté cómo es el corazón de un hombre humilde

que conoce que la carencia no es oscuridad

y disfruta en especial de una canción en el piano que según él describe a la luna

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